13 de septiembre de 2012

Cursa del Poblenou: 12ª posición y lección aprendida


El pasado domingo tome parte en la cursa del Poblenou, una carrera que me hacía especial ilusión poder correr, ya que gran parte del recorrido transcurría por calles muy cercanas a mi antiguo barrio, y sobradamente conocidas para mi. Muy posiblemente, las ganas que tenía por correr después del parón estival, sumado a la ilusión que me hacía correr esta carrera en concreto me llevaron a cometer un error importante.

El caso fue que el sábado por la tarde empecé a encontrarme mal del estomago, una sensación muy similar a cuando uno se marea. Pasé la tarde como pude y me fui a dormir esperando el milagro de despertarme al día siguiente como una rosa y que lo del día anterior fuera solo una cosa aislada. Me desperté temprano, como cada día de carrera, y como cuando encendemos es PC hice un chequeo generalizado, y la verdad es que no estaba muy fino. Me puse el termómetro y no tenía fiebre, así que intente desayunar. No tenía nada de gana y poca gasolina pude meterle al cuerpo. Con todo esto, decidí ir a la carrera. Una vez allí empecé a calentar, con unas sensaciones no demasiado buenas. Decidí salir y si la cosa no iba bien me retiraría y a otra cosa y a pensar en otra carrera. 

Una vez tomada la salida ya no había marcha atrás. Como siempre una salida rápida, en la que a los pocos metros ya se habían distanciado, los que serían al final los 3 primeros clasificados, y por detrás un grupo de unos 9 o 10 corredores y justo detrás de este grupo, a unos metros venía yo solo. No quise cebarme en ningún momento, cogí mi ritmo y al llegar a km 2 entre con el grupo, en ese momento formado por unos 6 corredores. Hacía el km 4 ya solo eramos 4 los que quedábamos en el grupo, que se iba estirando y rompiendo hasta quedar así la situación de carrera. 3 por delante, 2 perseguidores a un rato de los primeros, y otro corredor y yo a pocos metros del duo que luchaba por la 4ª y 5ª plaza. La situación de carrera era inmejorable para mi, no había hecho ningún esfuerzo que no tocara, y todo lo estaba haciendo perfecto. Pero en el km 6 empecé a notar vacío, empecé a perder metros con mi compañero de viaje, cada vez más hasta que me empezó a pasar gente, uno, luego otro, otro... y así hasta el final de carrera. No tenía nada en las piernas, parecía un zombie que deambulaba siguiendo la figura del corredor que le precedía, corriendo por inercia con la mirada fija en el suelo esperando el momento que apareciera ante mis ojos esa alfombra agranatada que marca el final de la carrera. Entre el km 8 y el final solo pensaba, aquí me paro, aquí me paro, no puedo más. Con toda esta penuria acabé 12º con un tiempo de 36:40.  Pero lo peor vino después, casi no llego ni a mi casa.

De la carrera al autobús iba grogui. No había manera de avanzar. Cuando ya llegaba a casa me entró una tiritera terrible, suerte que venía mi novia conmigo, porque sino seguro que si voy solo, no llego. Tal y como llegue a casa corriendo a echar hasta la primera papilla, con los labios morados, pálido. Lástima que no reediten el videoclip de Thriller de Michael Jackson porque daba el perfil seguro. Pues a la cama con 39,6 de fiebre. Suerte que me cuidaron bien, porque sino lo llevaba crudo, por mi solo no podía hacer nada. Pero bueno, de todo se aprende. Cierto es que de encontrarme mal no hubiera ido, estaba en ese punto incalificable que no acabas de saber como vas, pero una cosa tengo clara. La próxima vez no me la juego, porque cuando el cuerpo no acaba de funcionar, ante esfuerzos de este tipo no tarda en plantarse y salir a la huelga, y si eso pasa entonces si que se pasa mal. 

Este domingo estaré en la cursa de la Merce, espero que lo de estos días pasados no me haya afectado mucho, porque la verdad es que las sensaciones previas a este fin de semana desastroso eran muy buenas.


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